martes, 22 de enero de 2008

MENU DEL DIA - 1er PLATO: PASTA TRICOLOR

Hoy ya es Martes, de nuevo las "experiencias" vienen a mi mente.

Una luz blanquecina, en blanco y negro, inunda la cama. Todo me recuerda a aquella noche, cuando aquella presencia extraña me miró directamente a los ojos. Era una noche como ésta. Mi pecho se desinfló de repente al descubrir la cara de un ser, parecido a un niño envejecido, junto a mí en la cama. Mis pulmones tronaron para expulsar el más terrible de los gritos de pánico al descubrir que aquella presencia carecía de vida. Pero la inmensidad de su mirada aún me hiela la sangre.

Hace unos días que llevo pensando en cómo introducir ésta historia, pero es que de cualquier forma resultará increíble. 

Volvía en metro de una cita importante, después de un agotador día de trabajo, mientras en mi iPod sonaba Miles Davis. En el trayecto hasta Sagrada Familia una chica bastante peculiar no dejó de mirarme las manos. Aquella tarde hacía frío y probablemente las tuviera algo resecas, pero no creo que tuvieran nada de especial.

Me quedé atónito observando mis manos durante dos paradas, de repente, al levantar la mirada, la chica había desaparecido y un señor de espesa barba me miró con cara de burla. Nueva canción, Radiohead inunda mi intimidad. "Próxima estació: Sagrada Familia, correspondència amb línia 5". Es mi parada. 

Es una estación que tengo muy por la mano. Me acerco a la derecha para subir las escaleras mecánicas. Un músico toca en el rellano que une las dos líneas de metro. No alcanzo a escucharle. Tampoco parece demasiado interesante. Subo el otro tramo de escaleras para enlazar con la azul. Deben ser cerca de las 21 de la noche. Aún cruza bastante gente las estaciones, pero de repente algo sucede.

Se hace un hueco entre la gente que había delante mío. Sólo un señor que se acerca a las escaleras para bajar al andén dirección Horta se cruza con un chico que sube del andén opuesto. Silencio en mi iPod, silencio alrededor. Sus miradas se cruzan un momento, y es entonces cuando pasa. Es como si la luz que llena la estación se concentrase entre sus ojos. Sólo soy capaz de percibir un destello, como un rayo, que une sus miradas durante ese breve momento. 

El chico lleva una mochila al hombro, se cruza en mi camino, no me atrevo a mirarlo y chocamos. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Perdona, me dice mientras se pierde de nuevo entre la multitud que llena de nuevo el vestíbulo. 

Drive, de R.E.M., retumba en mi iPod mientras intento tomar conciencia de lo que acabo de ver.  Son las 21. Llegaré para la cena. 





Y con un poco de suerte podré ver House. 


2 comentarios:

Cristina dijo...

wauuuuuuuuuuu!!! Què genial! I interessant! Buf,m'has d'explicar més coses!
Et vaig explicar lo del noi que vaig veure 2 cops camí a casa de San, un dia? Ja t'ho explicaré, però encara recordo la cara de Guillem mirant-me com si estigués boja mentre deia: "Però no l'has vist?? Era el mateix, menjant-se el croisant! Vestit igual! No l'has vist??!!"

Anónimo dijo...

¿Una chica peculiar que no dejó de mirarte las manos?¿No sería yo? Por lo de mirar las manos, que no lo de peculiar... no? Yo siempre miro las manos ya sabes... siempre tienen mucho de especial, para mí sí ;)